FRANKLIN ORDOÑEZ LUNA

Asfalto


Apareciste de madrugada, estábamos ebrios. Te dije que había cruzado el mar sobre un pedazo de hielo. Tú venías del sur, el Mediterráneo era lava en tus venas. Enloquecidos buscamos un hotel, pero estaban llenos de amantes: el placer caía a cascadas por las ventanas… Hambrientos nos devoramos sobre las piedras.




Keanu Reeves

Sabes a mares del sur
ceniza de marihuana.

Llego a tus nalgas.

Qué importan los versos,
la música, Manhattan.

Qué importan las torres desplomadas,
el sur comiendo cieno,
el vacío de los desterrados.

Qué importa el mundo
soy pez de tu mar en llamas.



3. LottaInterferonica.
Óleo sobre tela.
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A la sombra del corsario

“El único destino es seguir navegando

en paz y en calma hacia el siguiente naufragio”.

José Emilio Pacheco, Titánic.


Se retuerce la noche, animal en celo. Perfora la piel, los huesos donde escribo la historia. Sube el mar: espejo y pájaro de agua; siembro tulipanes en el vientre de gaviotas. Recorremos Goya, de las bocas del metro emergen relámpagos, delfines, toros que navegan sobre espadas. Pero


abres las alas, desapareces. Enloquecido me lanzo a la ciudad, te busco. Azoto mi cabeza contra el muro. La marea me arroja al país de barro y espejismos, de gangrena y minerales. Torpes las montañas me consuelan con historias de amores quemados. Te retengo en pedazos de papel, en mi piel donde dibujaste ciudades muertas. Te retengo en historias de hormigas, en la balanza, la sal que bebí de tu espalda. Lanzo mis alaridos a la cordillera, al nudo lleno de paja y fantasmas. Qué lejano el invierno, sus noches, nuestro lecho de metal y marihuana. Qué cercana tu voz, tus palabras con piedras de sol… Tus manos que atraparon las mariposas de mi garganta.


****

Déjame leer los versos de tu carne

(Como golpes o gotas de sangre

tu nombre

cae malherido en mis labios)

Déjame leer los versos de tu carne.


****

Carne, solo carne, estoy lleno de otros cuerpos, sudor,

esperma malsano.

Los dioses son de paja y han caído en mi barro.

A quién pedir un pedazo de cielo donde derribarme.



Coda


Somos el rancio semen de Cristo, nada más.

Sólo las huellas muertas de un antiguo Dios.

Del libro A CAMBIO DE MONEDAS O PALABRAS

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